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Consejo Local

lunes, 14 de febrero de 2011

No es verdad que todos los políticos son iguales



Julio Anguita, un ejemplo a seguir
Cuando José María Aznar y Felipe González nos dictan al común de los ciudadanos una lección de indecoro e insolidaridad, cuando nos enteramos de que María Dolores de Cospedal gana al año 241.000 € con el cobro de tres sueldos públicos, cuando sabemos que el presidente de la Diputación de Castellón no tiene mas remedio que declarar un patrimonio de 3,9 millones de euros cuando hace cinco años no declaraba ninguno, nos enteramos que, de manera totalmente accidental, se ha sabido que hace siete años, Julio Anguita renunció por escrito a la paga de pensión máxima vitalicia a la que tenía derecho como ex parlamentario, argumentando que “con la pensión que le correspondía como maestro tenía bastante”.


Genio y figura. Julio Anguita viene a demostrarnos que el dicho populista de “todos los políticos son iguales” no se verifica, al menos en su totalidad. Que hay distintas formas de ser y estar en la política, de entender los compromisos éticos y ejemplarizantes de un cargo público y que la erosión que afecta a nuestra moral pública tiene un freno.


No todo es poder y dinero. En pocas personas se verifica una mayor consecuencia entre lo que dice y piensa y su modo de vida. No resulta fácil entender por qué considera un punto de felicidad dormir la siesta en verano sobre una manta tendida en el suelo, ni por qué su mayor consideración del lujo y del ocio es jugar una partida de dominó al atardecer, cuando está de vacaciones. En esta dura mitología del capitalismo, Julio juega contracorriente. Y su compromiso consigo mismo y con la sociedad, gana.


Julio Anguita hace suyo el lema de Ghandi de “vivir sencillamente, para que los demás puedan, sencillamente, vivir”. Y desde su antisimetría con el político al uso nos aporta soluciones a nuestros graves problemas con la ética y la estética del cargo público.


Maestro vocacional, traslada la pedagogía a cualquier escenario, y cuando la acción política diaria, quema y unta, Julio la quiere convertir en lección a pequeña y gran escala.


Los ideólogos y profetas de la modernidad, reunidos en torno a un gran medio informativo nacional, pensaron que lo invalidaban para la política cuando acuñaron aquello de “honrado pero desfasado”. Su huella llegó hasta el Parlamento en voz de algún replicante “moderno”. ¡Bendito desfasamiento!


Es decir, exentos de las jactanciosas modernidades de los políticos pendientes de la dieta, la nómina y el futuro cargo en el Consejo de Administración de cualquier sucursal del Gran Capital, Julio Anguita, sin contárselo a nadie, y mucho menos a esos sistemas mediáticos que encubran la vulgaridad y el populismo, le había dado una soberana patada en el culo al sistema.

¡Métanse su degradante paga vitalicia donde les quepa!

1 comentario:

  1. La verdad es que es una pena que estos dos sinvergüenzas aparados por una legislación hecha a la medida de gente de esa calaña pues sean quienes reciben los parabienes y que las personas honradas como es Julio Anguita, sean ninguneado (si alguien pudiese)y no me refiero a los medios de intoxicación sino por el pueblo que o bien por desconocimiento o bien de manera sectaria intenta manchar el bueno nombre de un político honrado para defender a indefendibles como Aznar o González que tanto monta o monta tanto.

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